Por estos días, Buenos Aires recibe una exposición sobre Leonardo Da Vinci. Recorrer la muestra implica un viaje maravilloso por la vida de uno de los grandes hombres de todo los tiempos. La presencia de los caballos vive en cada paso, y por eso welovepolo.blogspot.com reproduce una historia del arte del enorme Leoanrdo relacionada con el mundo ecuestre.
Cuando Leonardo se encontraba todavía en Florencia pintando el cuadro “La Adoración de los Magos” para el Monasterio de San Donato en Scopeto, ya manifestaba un gran interés para los caballos de esa obra. Los frailes protestaban muy a menudo por los largos tiempo empleados en los estudios anatómicos de equinos y en realizar muchísimos dibujos, en búsqueda de las máximas expresiones de movimiento.
Llegado a Milán, al servicio de Ludovico Sforza, ofreció al mismo la ejecución de un monumento ecuestre en honor de su padre, Francisco Sforza, porque conocía la intención de ése Duque para realizar esa obra, cosa que no pudo concretar antes de su muerte. Pero solamente cuando Leonardo supo conquistar la confianza de Ludovico el “Moro”, logró que éste le encargara la construcción de ese importante monumento. Esto ocurrió en la época del casamiento de Gian Galeazzo Visconti, a principio de 1489, causando a Leonardo una enorme satisfacción.
La imaginación del artista voló enseguida muy alto: Leonardo no quería cualquier caballo, sino uno con las patas delanteras en el aire, encabritado y con una expresión desafiante. Pero, evidentemente, no es lo mismo pintar un caballo en esa posición que presentarlo en una estatua ecuestre. Para ello necesitaba, principalmente, darle estabilidad: cosa imposibles con solamente dos patas apoyadas sobre el piso. La búsqueda de un segundo punto de apoyo, para que la estatua quedara en armonía con su proyecto, llevó a que Leonardo perdiera un año entero (hasta principio de 1490), impacientando al Duque, que quería apurar la ejecución de la obra. A este punto, Leonardo abandonó la idea del caballo encabritado y decidió hacer un gran caballo en movimiento. Comenzó a construir en arcilla su nuevo modelo de equino, con proporciones anatómicas perfectas, y lo terminó a fines de 1492. Lo pudo lucir luego en el patio de la corte en ocasión del casamiento de Bianca María Sforza con Maximiliano l de Habsburgo, bajo un arco de triunfo.
Pero los problemas para la estatua de Leonardo llegaron poco después, causados por la ausencia del bronce necesario para fundir el caballo terminado. Esa era una época llena de acontecimientos políticos-militares, y Ludovico Sforza tuvo que ayudar al Duque de Ferrara, su cuñado, que necesitaba hacer cañones para su defensa. Por ese motivo le vendió el bronce que tenía para el monumento. Tiempo después, el mismo Ludovico necesitó todo el bronce disponible, ya que veía su situación muy comprometida. Por la ausencia del metal, el caballo quedó mucho tiempo a las intemperies y comenzó el inevitable desgaste, causado principalmente por las lluvias. Leonardo trataba de recomponerlo periódicamente, pero el trabajo era cada vez más difícil.
Una versión afirma que Leonardo, para mantener con más tranquilidad el buen estado del caballo , lo hizo transportar en un viñedo que poseía cerca de la puerta Vercelina, (era un regalo del Duque. Este terreno fue vendido por Melzi, heredero del artista, después de su muerte). Cuando los primeros franceses entraron sin resistencias en la ciudad (el 6 de Setiembre), lo hicieron justamente por la Puerta Vercelina, ubicada ente la Puerta Ticinese y el mismo castillo. El gran caballo tuvo su fin en ese lugar, ya que los arqueros invasores, al ver el gran caballo (era visible por su tamaño), se entretuvieron probando sus armas. Seguramente Luis Xll, de haber entrado con ellos, no hubiera permitido ese destrozo, amante como era del arte y de lo bello. Desgraciadamente, el Rey francés entró en Mil’an el 18 Octubre 1499 por la puerta Ticinese.
Con la destrucción del caballo, Leonardo sufrió una de las decepciones más grandes de su vida.
Cuando Leonardo se encontraba todavía en Florencia pintando el cuadro “La Adoración de los Magos” para el Monasterio de San Donato en Scopeto, ya manifestaba un gran interés para los caballos de esa obra. Los frailes protestaban muy a menudo por los largos tiempo empleados en los estudios anatómicos de equinos y en realizar muchísimos dibujos, en búsqueda de las máximas expresiones de movimiento.
Llegado a Milán, al servicio de Ludovico Sforza, ofreció al mismo la ejecución de un monumento ecuestre en honor de su padre, Francisco Sforza, porque conocía la intención de ése Duque para realizar esa obra, cosa que no pudo concretar antes de su muerte. Pero solamente cuando Leonardo supo conquistar la confianza de Ludovico el “Moro”, logró que éste le encargara la construcción de ese importante monumento. Esto ocurrió en la época del casamiento de Gian Galeazzo Visconti, a principio de 1489, causando a Leonardo una enorme satisfacción.
La imaginación del artista voló enseguida muy alto: Leonardo no quería cualquier caballo, sino uno con las patas delanteras en el aire, encabritado y con una expresión desafiante. Pero, evidentemente, no es lo mismo pintar un caballo en esa posición que presentarlo en una estatua ecuestre. Para ello necesitaba, principalmente, darle estabilidad: cosa imposibles con solamente dos patas apoyadas sobre el piso. La búsqueda de un segundo punto de apoyo, para que la estatua quedara en armonía con su proyecto, llevó a que Leonardo perdiera un año entero (hasta principio de 1490), impacientando al Duque, que quería apurar la ejecución de la obra. A este punto, Leonardo abandonó la idea del caballo encabritado y decidió hacer un gran caballo en movimiento. Comenzó a construir en arcilla su nuevo modelo de equino, con proporciones anatómicas perfectas, y lo terminó a fines de 1492. Lo pudo lucir luego en el patio de la corte en ocasión del casamiento de Bianca María Sforza con Maximiliano l de Habsburgo, bajo un arco de triunfo.
Pero los problemas para la estatua de Leonardo llegaron poco después, causados por la ausencia del bronce necesario para fundir el caballo terminado. Esa era una época llena de acontecimientos políticos-militares, y Ludovico Sforza tuvo que ayudar al Duque de Ferrara, su cuñado, que necesitaba hacer cañones para su defensa. Por ese motivo le vendió el bronce que tenía para el monumento. Tiempo después, el mismo Ludovico necesitó todo el bronce disponible, ya que veía su situación muy comprometida. Por la ausencia del metal, el caballo quedó mucho tiempo a las intemperies y comenzó el inevitable desgaste, causado principalmente por las lluvias. Leonardo trataba de recomponerlo periódicamente, pero el trabajo era cada vez más difícil.
Una versión afirma que Leonardo, para mantener con más tranquilidad el buen estado del caballo , lo hizo transportar en un viñedo que poseía cerca de la puerta Vercelina, (era un regalo del Duque. Este terreno fue vendido por Melzi, heredero del artista, después de su muerte). Cuando los primeros franceses entraron sin resistencias en la ciudad (el 6 de Setiembre), lo hicieron justamente por la Puerta Vercelina, ubicada ente la Puerta Ticinese y el mismo castillo. El gran caballo tuvo su fin en ese lugar, ya que los arqueros invasores, al ver el gran caballo (era visible por su tamaño), se entretuvieron probando sus armas. Seguramente Luis Xll, de haber entrado con ellos, no hubiera permitido ese destrozo, amante como era del arte y de lo bello. Desgraciadamente, el Rey francés entró en Mil’an el 18 Octubre 1499 por la puerta Ticinese.
Con la destrucción del caballo, Leonardo sufrió una de las decepciones más grandes de su vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario