jueves, 10 de septiembre de 2009

Polo deshuesado: capítulo 15

Ya corría la mitad del partido. Amador sonreía por alegría y por burla. Los números le daban la razón: 8-4 y por momentos era paliza. Incluso, había chocado fuerte una vez con Aless, y el italiano casi besa el piso por la embestida.
-¿Qué pasa, gilipollas? ¿No tienes fuerza?, le espetó burlón Amador en ese instante.
-Este partido no te lo vas a olvidar más, yo sé lo que te digo, respondió Aless con los ojos desorbitados.
-Por supuesto que no, es hermoso derrotarte acá, en el torneo que los dos esperábamos.
Pero en el descanso del tercer chukker todo cambió. El italiano refunfuñaba, maldecía, gritaba y pateaba todo lo que se le pusiera delante. Hasta que vio, a lo lejos, en la tribuna, a su contador. Con impecable traje negro, panza de varios asados y una cara que delataba conocer las mil y una trampas del negocio, agitaba un sobre color madera y levantaba el dedo pulgar de su mano derecha.
"Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii", aulló el italiano, que se había olvidado por completo de ese detalle. En realidad no era un detalle, era su as en la manga. El caballo que le iba a permitir salir feliz de la cancha, sin que le importase el resultado.
Cuando formaron de nuevo, Amador lanzó una frase en medio de la cancha para que escuchen los compañeros y los contrincantes. "Equipo mío, si ganamos por más de 10 goles, hay doble paga para todos". Y sonrió, a pura carcajada.
Aless le festejó el chiste. "Sos muy gracioso, Amador, en serio". Nadie entendía porque le había cambiado el humor tan repentinamente. El árbitro estaba por tirar la bocha, pero el italiano volvió a tomar la palabra, esta vez de manera suave y al oído de su rival: "Te cambió el triunfo por los secretos de tus oscuras cuentas bancarias. Mirá allá, en la tribuna. El del traje negro, que saluda. Ese mi contador. ¿Y a qué no sabés que tiene dentro del sobre?".
El árbitro lanzó la bocha. Todos corrieron en busca de ella. Amador se quedó quieto, en medio de la cancha. Inmóvil, con su caballo pidiedno a gritos entrar en acción...

sábado, 25 de julio de 2009

Polo deshuesado, capítulo 14

"Lo mato, lo mato" gritaba Aless de regreso a su palenque. Brisa intentó saber, pero recibió un "andate" como respuesta. El italiano se bajó del caballo de prueba y se subió al que utlizaría en el primer chukker. Galopó hasta el centro del campo y esperó que los otros siete jugadores lleguen.
Amador estaba tranquilo. Ese era su juego: un constante provocador. Y cuando su provocación tenía éxito, el era feliz. Muy feliz. "Hoy ganamos, muchachos. No tengo dudas", les dijo a sus compañeros antes del comienzo del partido. "Eso sí: dejamos la vida para ganar por la mayor cantidad de goles que se pueda. Sin piedad".
Es un deporte de caballeros. Los seis jugadores argentinos se saludaron entre sí y con los extranjeros antes que la bocha rueda. El italiano y el español ni se miraron. "Formen", gritó el árbitro. Los jugadores se acomodaron, anca contra anca de sus caballos. La esfera blanca fue al piso que estaba algo húmedo por el mal tiempo. Rodo tomó la bocha, se acomodó, levantó la vista y metió un golpe largo. Amador aparció sin marcas. Sólo tuvo que tocarla delante de los mimbres. Sólo iban 15 segundos de juego.
Volvieron al medio. "Es más fácil de lo esperado", se jactó Amador antes del segundo throw-in. "Vas a rodar", lo amenazó Aless. El referí Octavio López Torres no dudó: tarjeta amarilla para el italiano. Ese primer chukker terminó 3-1 para Amador y companía. El italiano volvió al palenque y revoleó el taco.
-Tranquilo, ahora ganamos, lo quiso consoloar Diego.
-Más te vale. Para eso te pago.
-Bueno, calmate. Y conmigo no te la agarres.
-Me la agarro con quien quiero. Hay dos opciones: ganamos o el español cabrón se cae. Sino, no te pago. ¡No le pago a nadie!

lunes, 20 de julio de 2009

Polo deshuesado, capítulo 13

A veces la lluvia solo moja, pensó. Moja, pero no hiere. La cancha de Palermo todavía estaba en buenas condiciones. "Si se mantiene está llovizna no habrá problemas para jugarlo como cualquier partido", repetía una y otra vez Juan Perales, el responsable de la cancha.
Los árbitros lo miraban de reojo. Todos sabían que ese no era cualquier partido. En absoluto. Pero es imposible suspender un partido por portación de antecedentes. Si es por eso, varios polistas no podrían ni siquiera montar. Y varios hombres no deberían hablar...
Amador llegó a la cancha 90 minutos antes. Miró el cielo gris, la cancha verde, se jactó por su remera azul que decía "Vencetore", y dijo: "Que lindo día para jugar al polo". Luz no fue: prefirió quedarse con su personal trainer, un fortachón gay que por su inclinación sexual podía mantener su trabajo. Aunque a veces en su clase incluía a su primo.
Alessandro llegó 10 minutos después. Cargaba el bolso con los tacos, llevaba una gorra Nike y una concentración imperturbable. Brisa, a su lado, estaba excesivamente abrigada. La lluvia no apaciguaba el caliente termómetro de esos días.
Salieron a taquear y se cruzaron allí, en mitad de cancha, lejos de todos, cerca de nadie. El español lo miró amenazante. El italiano no bajó la vista. Cada uno siguió su paso. Hasta que se escuchó una voz quebrar el silencio: "Eres un gilipollas cornudo".
Aless tragó saliva. El partido estaba por empezar. La verdad, siempre, se ve en la cancha.

domingo, 12 de julio de 2009

Polo deshuesado, capítulo 12

Alessandro jugó un gran partido. Cinco goles: uno debajo de los mimbres, uno con un buen backhander, dos de penal y otro un cogote que se hubiese llevado una ovación hasta en la final de Palermo. El equipo, La Tanada, rindió como se esperaba. Con Diego jugando tranquilo, a media máquina, pero con ese le sobraba para este tipo de partidos.
-Bien Diego. Un crack, le dijo el italiano en el vestuario.
-Ales, la figura fuiste vos. Un fenómeno. Fue el mejor partido que te vi jugar. ¿Pasó algo?
-Gracias. Las desgracias ajenas me llenan el espíritu.
Cuando llegaba al auto, con Brisa media metro detrás (escandalosamente sugestiva), la tentación le ganó. Tomó su celular y mandó el siguiente mensaje: “Te recomiendo el video de mi gol de cogote. Tal vez aprendes un poco”.
No pasó ni un minuto cuando su celular vibró al ritmo de Satisfaction. “Preparate, vas a rodar. Siempre fuiste un flojo. Preguntale a Luz”.
Amador respondió pegando donde más le duele a su rival. Es su estilo: nada de piedad. Al enemigo, pisarlo. Alessandro nunca pudo superar el desplante de Luz. Ni lo superará. Quedó apagado. Quizá por eso empezó a apostar más por el polo. Para vencer al español donde más le duele. Amador quiere al polo más que a la vida. Alessandro quiere a las mujeres más que a la vida. De una u otra manera, están enfrentados.
Pasó lo previsible. Ganaron sus partidos de grupo y sus equipos se enfrentaban en la semifinal. “Llegó el día, gilipollas”. “Rodarás, tano estúpido”.
Ese sábado, amaneció gris y con lloviznas en Buenos Aires. La cancha estaba húmeda…

sábado, 4 de julio de 2009

Polo deshuesado, capítulo 11

Primer partido del gran torneo. Cuarto chukker, con la bocha cerca de una tabla. "Preparame a Estrella. A ver como se porta esa yegua", había dicho Amador unos pocos minutos antes.
Un gol y una corrida después, el animal patinó en un costado del rectángulo verde. La llovizna hizo que sus patas no pisaran firme.
Los corazones se paralizaron por un puñado de segundos. La yegua dobló sus manos. Había olor a lluvia, y a rodada. Pero el español logró evitar la caída. Inmediatamente fue dodne estaba el caballo de espera y cambió rapido.
El resultado del debut fue una anécdota. Con un Rodo iluminado, era cuestión de ver por cuanto sería la goleada. 18-5, mostró la chapa. Pese a sus tres goles, uno de ellos con aplausos incluidos, no estaba contento. En el palenque, le dijo a Juancito.
-¿Qué le pasó a esa yegua inservible?
-No tengo la menor idea. Tal vez...
-Antes que digas media palabra, te aclaro que yo estuve perfecto.
-Sí, por supuesto. Tal vez la lluvia, iba a decir.
-¡Caballo de la hostia! ¿No sabe cabalgar con dos gotitas en el piso?
Agarró sus tacos y los revoleó fuertemente contra el piso. Silencio. Ni siquiera volaban las moscas buscando la bosta de los caballos. Ellas son millones y como dice el refrán, millones no pueden equivocarse. Saben cuando no zumbar.
Faltaba lo peor. Por la noche, le llegó un mensaje telefónico: "¿Cómo anduvo la famosa Estrella?" Venganza a la italiana, que le dicen. En ese momento Luz salió del baño con un juego de ropa interior indescriptiblemente bello. Amador la miró y sin mover una pestaña demás le espetó: "Si queres dormir con esa ropa de puta, allá tú. Pero estarás más cómoda en camisón".
Se dio media vuelta, se tapó la cabeza con la almohada, refunfuñó algunas palabras casi inentendibles, y apagó la luz.

sábado, 27 de junio de 2009

Polo deshuesado, capítulo 10

Justo 48 horas antes del comienzo del gran torneo, la marca exclusiva de relojes organizaba su gran fiesta anual. Se trata de una firma que tiene al polo como deporte emblema. Es un matrimonio perfecto, sin fisuras. Diego y Rodo son representantes de la marca y han posado en varis publicidades con un exclusivo diseño en su muñeca izquierda.
El mejor salón del mejor hotel 5 estrellas esperaba por los invitados. Ellos, de elegantísimo sport. Ellas, con los mejores vestidos capaces de lucir. Las mesas, con manteles de bordados distintivos. Una entrada de una dorada ensalada del mar: langostinos, ostras y pinceladas de caviar. De plato principal, un lomo con salsa de champiñones. De postre, helados de limón con champagne. Para el final, el alcohol ya había alborotado varias venas, culpa del vino cosecha 1953, un año donde las vides tuvieron un sabor nunca logrado.
“Ya vuelvo, guapa. Voy al baño. Tu sabes…” le dijo Amador a Luz. En esos cinco minutos que la esplendorosa dama quedó sola, varios ojos se posaron sobre ella saltando los límites auto-impuestos. Los de Diego, por ejemplo. Ella hacía como que no miraba. Pero miraba. Siempre mira…
Sin que nadie lo sepa, el momento cúlmine de la fiesta transcurrió en el baño. El español, algo mareado, con la cabeza apoyada en el mármol mientras regaba el mingitorio, hablaba con un polista de mediano handicap. “Tenemos un gran equipo. Y de caballos estamos genial, tío. Ganaremos el gran torneo y que ese italiano gilipollas coma pasto. ¡Joder!”.
En ese instante, Alessandro, copa de champagne llena en la mano, ingresaba al baño. No escuchó ni una palabra de la conversación, pero como explicárselo a Amador, que acaba de chocar con él y tenía en su smoking de 5 cifras el contenido de una copa llena de la burbujeante bebida.
-¡Maldito, me las vas a pagar!
-No te tengo miedo. Y estás tan borracho que todos creerán que te tiraste la bebida encima. Español bruto.
El mediano handicap los separó cuando estaban a punto de golpearse. Se miraron varios segundos con el gesto de rabia instalado en sus rostros.
Amador dejó el baño. Volvió, se asomó a la puerta y le gritó: “Cuidate en el primer throw-in”.

domingo, 21 de junio de 2009

Polo deshuesado, capítulo 9

Amador y Alessandro. Luz y Brisa. Rodo y Diego. Juancito y Nacho, la mano derecha del italiano, por cierto menos bueno que Juan… Estrella y sus colegas de palenque, y Luna, el mejor ejemplar de Ales, y sus compañeras de cabalgatas en el otro.
La vida avanzaba y los equipos estaban armados. No había bandos de buenos ni de malos. Eran bandos. Con buenos y con malos. Con intereses, con odios, con deseos y con miserias. El polo los enfrentaba, a unos más que a otros. La vida lo hacía, a unos más que a otros.
En el bunker del español, todo funcionó de maravilla en esa práctica poco después de los fideos con salsa rosa del mediodía. Los caballos rindieron lo esperado y los jugadores también. Se acercaba el comienzo del torneo esperado y no había razones que llevasen a pensar en otra cosa que no fuese levantar la copa. “Luz, en este día estás más bella que nunca”, le dijo Amador a su curvilínea dama. Es un código entre ambos: la belleza de la mujer atrae el éxito. Cuanto más bella, más éxito.
A sólo 1200 metros, el Ales team también funcionaba a la perfección. El escenario era calcado: otra práctica perfecta, incluido un gol de reves de backhander del italiano que quedará para siempre en su memoria (no importa el detalle que tuvo poco marca…). Ales se bajó del caballo, tomó su botella de agua mineral, tomó un trago y se arrojó el resto sobre su cuidada humanidad de 182 centímetros y 38 otoños, miró a Brisa, le sonrió y le dijo con voz segura y sin ruborizarse pese a que estaba rodeado por todo su equipo de trabajo: “Brisa, en está tarde está más bella que nunca”.