"Lo mato, lo mato" gritaba Aless de regreso a su palenque. Brisa intentó saber, pero recibió un "andate" como respuesta. El italiano se bajó del caballo de prueba y se subió al que utlizaría en el primer chukker. Galopó hasta el centro del campo y esperó que los otros siete jugadores lleguen.
Amador estaba tranquilo. Ese era su juego: un constante provocador. Y cuando su provocación tenía éxito, el era feliz. Muy feliz. "Hoy ganamos, muchachos. No tengo dudas", les dijo a sus compañeros antes del comienzo del partido. "Eso sí: dejamos la vida para ganar por la mayor cantidad de goles que se pueda. Sin piedad".
Es un deporte de caballeros. Los seis jugadores argentinos se saludaron entre sí y con los extranjeros antes que la bocha rueda. El italiano y el español ni se miraron. "Formen", gritó el árbitro. Los jugadores se acomodaron, anca contra anca de sus caballos. La esfera blanca fue al piso que estaba algo húmedo por el mal tiempo. Rodo tomó la bocha, se acomodó, levantó la vista y metió un golpe largo. Amador aparció sin marcas. Sólo tuvo que tocarla delante de los mimbres. Sólo iban 15 segundos de juego.
Volvieron al medio. "Es más fácil de lo esperado", se jactó Amador antes del segundo throw-in. "Vas a rodar", lo amenazó Aless. El referí Octavio López Torres no dudó: tarjeta amarilla para el italiano. Ese primer chukker terminó 3-1 para Amador y companía. El italiano volvió al palenque y revoleó el taco.
-Tranquilo, ahora ganamos, lo quiso consoloar Diego.
-Más te vale. Para eso te pago.
-Bueno, calmate. Y conmigo no te la agarres.
-Me la agarro con quien quiero. Hay dos opciones: ganamos o el español cabrón se cae. Sino, no te pago. ¡No le pago a nadie!
sábado, 25 de julio de 2009
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