Alessandro jugó un gran partido. Cinco goles: uno debajo de los mimbres, uno con un buen backhander, dos de penal y otro un cogote que se hubiese llevado una ovación hasta en la final de Palermo. El equipo, La Tanada, rindió como se esperaba. Con Diego jugando tranquilo, a media máquina, pero con ese le sobraba para este tipo de partidos.
-Bien Diego. Un crack, le dijo el italiano en el vestuario.
-Ales, la figura fuiste vos. Un fenómeno. Fue el mejor partido que te vi jugar. ¿Pasó algo?
-Gracias. Las desgracias ajenas me llenan el espíritu.
Cuando llegaba al auto, con Brisa media metro detrás (escandalosamente sugestiva), la tentación le ganó. Tomó su celular y mandó el siguiente mensaje: “Te recomiendo el video de mi gol de cogote. Tal vez aprendes un poco”.
No pasó ni un minuto cuando su celular vibró al ritmo de Satisfaction. “Preparate, vas a rodar. Siempre fuiste un flojo. Preguntale a Luz”.
Amador respondió pegando donde más le duele a su rival. Es su estilo: nada de piedad. Al enemigo, pisarlo. Alessandro nunca pudo superar el desplante de Luz. Ni lo superará. Quedó apagado. Quizá por eso empezó a apostar más por el polo. Para vencer al español donde más le duele. Amador quiere al polo más que a la vida. Alessandro quiere a las mujeres más que a la vida. De una u otra manera, están enfrentados.
Pasó lo previsible. Ganaron sus partidos de grupo y sus equipos se enfrentaban en la semifinal. “Llegó el día, gilipollas”. “Rodarás, tano estúpido”.
Ese sábado, amaneció gris y con lloviznas en Buenos Aires. La cancha estaba húmeda…
domingo, 12 de julio de 2009
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