sábado, 4 de julio de 2009

Polo deshuesado, capítulo 11

Primer partido del gran torneo. Cuarto chukker, con la bocha cerca de una tabla. "Preparame a Estrella. A ver como se porta esa yegua", había dicho Amador unos pocos minutos antes.
Un gol y una corrida después, el animal patinó en un costado del rectángulo verde. La llovizna hizo que sus patas no pisaran firme.
Los corazones se paralizaron por un puñado de segundos. La yegua dobló sus manos. Había olor a lluvia, y a rodada. Pero el español logró evitar la caída. Inmediatamente fue dodne estaba el caballo de espera y cambió rapido.
El resultado del debut fue una anécdota. Con un Rodo iluminado, era cuestión de ver por cuanto sería la goleada. 18-5, mostró la chapa. Pese a sus tres goles, uno de ellos con aplausos incluidos, no estaba contento. En el palenque, le dijo a Juancito.
-¿Qué le pasó a esa yegua inservible?
-No tengo la menor idea. Tal vez...
-Antes que digas media palabra, te aclaro que yo estuve perfecto.
-Sí, por supuesto. Tal vez la lluvia, iba a decir.
-¡Caballo de la hostia! ¿No sabe cabalgar con dos gotitas en el piso?
Agarró sus tacos y los revoleó fuertemente contra el piso. Silencio. Ni siquiera volaban las moscas buscando la bosta de los caballos. Ellas son millones y como dice el refrán, millones no pueden equivocarse. Saben cuando no zumbar.
Faltaba lo peor. Por la noche, le llegó un mensaje telefónico: "¿Cómo anduvo la famosa Estrella?" Venganza a la italiana, que le dicen. En ese momento Luz salió del baño con un juego de ropa interior indescriptiblemente bello. Amador la miró y sin mover una pestaña demás le espetó: "Si queres dormir con esa ropa de puta, allá tú. Pero estarás más cómoda en camisón".
Se dio media vuelta, se tapó la cabeza con la almohada, refunfuñó algunas palabras casi inentendibles, y apagó la luz.

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