sábado, 27 de junio de 2009

Polo deshuesado, capítulo 10

Justo 48 horas antes del comienzo del gran torneo, la marca exclusiva de relojes organizaba su gran fiesta anual. Se trata de una firma que tiene al polo como deporte emblema. Es un matrimonio perfecto, sin fisuras. Diego y Rodo son representantes de la marca y han posado en varis publicidades con un exclusivo diseño en su muñeca izquierda.
El mejor salón del mejor hotel 5 estrellas esperaba por los invitados. Ellos, de elegantísimo sport. Ellas, con los mejores vestidos capaces de lucir. Las mesas, con manteles de bordados distintivos. Una entrada de una dorada ensalada del mar: langostinos, ostras y pinceladas de caviar. De plato principal, un lomo con salsa de champiñones. De postre, helados de limón con champagne. Para el final, el alcohol ya había alborotado varias venas, culpa del vino cosecha 1953, un año donde las vides tuvieron un sabor nunca logrado.
“Ya vuelvo, guapa. Voy al baño. Tu sabes…” le dijo Amador a Luz. En esos cinco minutos que la esplendorosa dama quedó sola, varios ojos se posaron sobre ella saltando los límites auto-impuestos. Los de Diego, por ejemplo. Ella hacía como que no miraba. Pero miraba. Siempre mira…
Sin que nadie lo sepa, el momento cúlmine de la fiesta transcurrió en el baño. El español, algo mareado, con la cabeza apoyada en el mármol mientras regaba el mingitorio, hablaba con un polista de mediano handicap. “Tenemos un gran equipo. Y de caballos estamos genial, tío. Ganaremos el gran torneo y que ese italiano gilipollas coma pasto. ¡Joder!”.
En ese instante, Alessandro, copa de champagne llena en la mano, ingresaba al baño. No escuchó ni una palabra de la conversación, pero como explicárselo a Amador, que acaba de chocar con él y tenía en su smoking de 5 cifras el contenido de una copa llena de la burbujeante bebida.
-¡Maldito, me las vas a pagar!
-No te tengo miedo. Y estás tan borracho que todos creerán que te tiraste la bebida encima. Español bruto.
El mediano handicap los separó cuando estaban a punto de golpearse. Se miraron varios segundos con el gesto de rabia instalado en sus rostros.
Amador dejó el baño. Volvió, se asomó a la puerta y le gritó: “Cuidate en el primer throw-in”.

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