Mía es inquieta. Simpática por donde se la mire. En la final de Hurlingham 2006, su papá volvía al palenque con un nuevo título, y ella miraba a uno de sus primos y le decía: “¡Tengo caramelos!”. La sonrisa no le entraba en la cara. Los caramelos, sí.
Mamá María mira a Mía (no es un trabalenguas de escuela). Le dice: “Vení”, La niña responde: “Me voy al podio con la tía Camila”. Camila es Cambiaso. Mía también. Y papá es Adolfo (hay dos papás Adolfo, uno de Camila y otro de Mía. Como si fuera poco, hay otro Adolfo que todavía no se sube a los podios como su hermana. Ya subirá: acompañando a papá o por sus propios éxitos.
Pero para eso falta. Hoy el protagonista es papá. Papá Está tirado en el piso. Le hacen masajes. Muchos. Está feliz porque hoy no le molestó el aductor. Guiña un ojo. Acaba de ganar otro partido más en Palermo. Otro más…
Unas 200 personas esperan algún movimiento en el palenque. Un palenque extraño: las 4 sillas de los jugadores están desocupadas. Una lona blanca es la única visión. No hay indicios de ningún movimiento.
Mía sigue revoloteando por ahí. Tío Bartolomé es el primero en salir a la luz. Habla con la televisión. Luego con nosotros. Tiene una costumbre: en el comienzo de la charla, cuando se le pregunta como vio el partido, el remata con una pregunta: “¿Vos cómo lo viste?”.
Podio. La Dolfina posa. Varios chicos andan por ahí dando vueltas. Es el equipo que más cría tuvo en los últimos años. Los fotógrafos apuntan. La Copa en alto. Todos felices. Y Mía sonríe…
miércoles, 28 de noviembre de 2007
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