Seguramente habrán visto la foto en el suplemento de rugby de La Nacion del martes 9 de octubre. Allí están Javier, Ignacio y Eduardo Novillo Astrada riendo en Palermo. Detrás, asoma Manuel Contepomi. Esa imagen tiene una historia, y vale la pena ser contada.
20 de diciembre de 2003. La Aguada enfrenta a La Dolfina en la final de Palermo. ¿Recuerdan? Por razones extradeportivas, ese partido trascendió todas las fronteras polísticas e incluso al día siguiente fue tapa de Ole. Sí, fue el encuentro donde la hinchada de Nueva Chicago ingresó en el Campo Argentino para alentar al equipo de Adolfo Cambiaso, y el partido estuvo suspendido varios minutos por la queja de la gente de esa misma tribuna que se sintió avasallada.
Del otro lado, en la hinchada de La Aguada, cantaba y alentaba la Número 5, tal como se autodenominaron los más bullangueros seguidores de los cuatro hermanos Novillo Astrada. “Llegaron los buenmozos de Boulogne” cantaba esa barra de amigos desde la Dorrego lateral cercan a Libertador, mayoría de ex compañeros del colegio Newman. Entre ellos, los mellizos Manuel y Felipe Contepomi, que aprendieron a leer y escribir y se graduaron en quinto año junto con Nacho Novillo.
Final del partido, con La Aguada campeón argentino y sorprendente ganador de la Triple Corona. “Mañana hacemos una superproducción para el diario en Palermo, con petiseros, amigos, equipo de trabajo, caballos…” Eduardo, el mayor, asiente.
21 de diciembre. Ocho de la mañana. Desparramos por la cancha 1, está el clan Novillo y sus amigos. Falta uno de los campeones, que por teléfono se excusa. “Perdoname, Carlos, no estoy acostumbrado a tomar”, se excusa Miguel. Todos vienen de festejar con algunas copas de más y ninguna hora de sueño. Los mellizos que hoy sorprenden a nosotros y al mundo, también. Si esa vez es un caso testigo, parecería ser que a Manuel los tragos lo ponen alegre. A Felipe, lo dejan más cansado que un partido por cuartos de final ante Escocia.
Sale el click del fotógrafo. Los tres Novillo y detrás Manuel. Y el Puma, feliz, mira un caballo y dice: “Quiero subir”. Y, a los gritos, montó y dio una vuelta olímpica por Palermo. Fin de la historia. Una hermosa historia…
miércoles, 10 de octubre de 2007
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