sábado, 18 de abril de 2009

Polo deshuesado, capítulo 1.

-¡50.000!
-¡55.000!
-¡60.000!
-¡65.000!
A la sucesión de gritos rabiosos y desaforados le siguió un silencio estruendoso. Algún pájaro osado se animó a piar levemente para quebrar la nada. Fueron unos segundos, no más de diez. Tal vez menos. Hasta que el rematador dejó el estupor que lo conmovía en todo su ser, como a todos, y se animó a seguir con su trabajo. “Señores, han ofrecido 65.000 dólares por Estrella, esta yegua que es hija del Sol y de la Luna, y que…”
-¡100.000!
Esta vez ni aquel valiente pájaro se atrevió a piar. Y el silencio, mucho más atronador, hasta podía tocarse. En una ráfaga de tiempo, había duplicado la oferta inicial por un caballo que todos sabían que no valía tal precio. Buena descendencia, interesante futuro, algunos buenos chukkers jugados en torneos medianos, pero de ninguna manera era un ejemplar valuable en seis cifras. Nunca.
Estaba claro: no era cuestión de dinero. A ninguno le interesaba el dinero. En realidad, a ninguno le interesaba el caballo. A los dos les interesaba lo mismo: la victoria. Todas, absolutamente todas las victorias. En la cancha, en el amor, en la vida… En ese remate. No, corrección. Era más que eso. Era ver derrotado al otro.
“¡100.000 dólares, señores! ¿Alguien puede superar esta fantástica oferta? ¿Escuché 105.000? ¿Alguien dijo 105.000?”.
Nadie dijo 105.000. Una sola persona podía decirlo, pero prefirió esperar el próximo caballo. O la próxima oportunidad que la vida y el polo le dieran para pasar de humillado a humillador. Ese era el juego y lo sabía. Ambos lo sabían. Se trataba de una guerra de muchas batallas. Demasiadas como para pensar en esa Estrella que no brillará en su cielo, ni en su palenque.
“Vendido al señor Juan Amador González en 100.000 dólares”. Amador apenas movió la comisura de sus labios. Sus enormes anteojos negros impedían apreciar el rostro transformado en triunfo. Le dio un suave beso a su nueva mujer, otra batalla ganada de su guerra personal, y escuchó la descripción del próximo caballo: “Ahora presentamos un excelente padrillo…”

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