jueves, 21 de mayo de 2009

Polo deshuesado, capítulo 6

"Amador, soy Diego". Después de varios intentos frustrados, el mejor polista del mundo lograba que el español lo atendiese. Esa musiquita había sonado muchas veces sin que el botón verde diera el Ok. Fueron unos cinco, quizá seis intentos. Pero llegó el momento de responder...
-Sí Diego, chabal. ¿Qué te pasa?
-Ya te enteraste...
-Sí. El mundo es un pañuelo y el polo es un pedacito de servilleta.
-Bueno, la oferta de Totti fue mucho mejor.
-Eso se llama traición. No tenés códigos, chabal.
-Si empezamos a hablar de códigos, de principios, de valores... Estaríamos horas y horas. ¿Quién los tiene en este mundo?
-Yo.
-¿Vos? ¡Jajajajaja!
-¿De qué te ríes, gilipollas?
-Todos saben lo que hiciste con la novia de Totti, con el petisero Pérez, en el remate de ayer...
-Diego, chaval, te voy a explicar como funciona esto de vivir. Yo no le di mi palabra a Totti sobre lo que haría o con su novia; ni la di en los negocios; ni con los petiseros; ni con los caballos. Hasta ahí es la ley de mercado, la de la selva. Pero hay una ley no escrita, mejor dicho, escrita con la hombría de cada uno, que es la de la palabra. Tu me diste tu palabra, y esa es la diferencia. Cuando uno da su palabra, debería valer más cualquier firma. Pero parece, chavalito, que para tí no es así.
-Lo que pasa es que... ¿Me cortaste?
Efectivamente, Amador había apretado el botón rojo. Y de inmediato, llamó a Juancito. "La vida sigue. No podemos detenernos. ¿A quién contratamos".

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