jueves, 7 de mayo de 2009

Polo deshuesado, capítulo 4

De aquella historia de Palermo a este presente del remate en Pilar pasaron dos primaveras. Luz era hermosa. Ahora lo es más. Brisa, la nueva conquista de Alessandro, es otro regalo de la naturaleza a la vista.
“Te felicito”. Los caballeros no niegan los saludos. Totti tragó saliva, se paró, caminó los cinco metros que lo separaban de Amador, y estrechó su mano. La escena era contradictoria. Cinco minutos antes habían competido por una yegua. Antes, tantas veces antes, lo habían hecho en la cancha, en los negocios y hasta en las amantes de turno. Tanta cordialidad llama la atención. “Gracias”, respondió el español, e intencionalmente volvió a abrazar a Luz para darle un beso digno de telenovela.
Alessandro pareció imperturbable. No sintió el golpe… ¿No sintió el golpe? Imposible decirlo en ese instante. Hay golpes que duelen en el momento, otros que apenas se sienten en el instante y marcan con el tiempo. Esos son los más fuertes.
Totti miró a Brisa, que resoplaba por la derrota en el remate, y le dijo: “Vamos, principesca”. Le gustaba llamarla así, aunque su forma y su estilo estaban demasiado lejos de la realeza. Menos refinada que Luz, podía desafiar a su antecesora en ver quien llamaba más la atención con un generoso escote. Y Brisa tenía el viento a favor… Totti notó el mal humor de su principesca, y le susurró: “Tranquila, ganaremos”.A unos 50 metros, mientras seguía entre felicitación y felicitación, Amador sintió vibrar su teléfono celular. Tardó unos segundos en atender, y entonces siguió la musiquita de El Golpe que no casualmente escogió como ringtone. Leyó el número en la pantalla y saludó efusivamente: “Diego, ¡amigo mío! Hoy es un día de fiesta”. Diego, el mejor polista del mundo, podía arruinarle el día de fiesta con dos letras. Pero calló. “Me alegró por vos…”.

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